domingo, 24 de febrero de 2013

Camino a la Perdición


Por MÓNICA ZAS

Después de un triunfo rotundo, los movimientos de pocos directores se escapan ante los atentos ojos de Hollywood, y Sam Mendes no iba a ser menos. Su triunfo fue American Beauty en 1999, y su riesgo Road to Perdition en 2002. Un riesgo, porque es demasiado común que la filmografía vaya perdiendo fuelle tras haber saboreado las mieles del éxito. A Mendes no le ocurrió lo previsible y desde entonces hizo las paces con una exigente taquilla y aún más estricta Academia de cine.



Dreamworks le dio más libertad ampliando sus labores también en la producción y le ofreció la adaptación de una serie de novelas gráficas escritas por Max Allan Collins e ilustradas por Richard Piers Rayner bajo el título de Camino a la perdición. La novela contenía un drama familiar de cine negro al más puro estilo de la tragedia clásica, que podía ser un buen experimento formal para el cineasta al introducirse por primera vez en el género.

La libertad se materializó también en millones, con los que la cinta podría contar con Paul Newman para interpretar el último papel que nos dejaría para la historia. El resto del plantel funciona como la seda bajos las órdenes de Mendes. Tom Hanks como Michael Sullivan, protagonista y vengador cabeza de familia,  empequeñece al lado de dos caras prácticamente nuevas. Una la del recién sacado de telefilms Daniel Craig y la otra la de Jude Law, que por una vez se baja de su pedestal rompecorazones, para componer a un asesino memorable.


La fotografía en manos de Conrad L.Hall traslada muchos de los dibujos reales directamente a la gran pantalla y sin embargo, estos planos han pasado a ser auténticas escenas inolvidables. Podemos destacar la del tiroteo bajo la lluvia o la de la habitación de hotel.   La historia, pese a que sigue un esquema similar al de otras grandes obras del género, toma personalidad al estar contada desde la perspectiva del hijo de Sullivan en lugar de la del gánster. Pero también parte en desventaja al salir después de películas que ya habían dejado poco que innovar en el cine noir posterior a los años 50 como El Padrino, Muerte entre las Flores, Goodfellas o Los Intocables de Eliot Ness. Aún así, la suma de toda la parte visual que hemos mencionado junto a las sobresalientes interpretaciones y unos diálogos magníficos, traslada el foco hacia lo humano, hacia las relaciones padre- hijo y todo lo que estas conllevan.



Con la conclusión, Mendes vuelve a desplegar un poderío visual asombroso que dejó con buen sabor de boca al público y a la crítica, que exaltó su calidad en todo momento, aunque los premios y los millones no cayesen con tanta facilidad como en su película anterior. En definitiva, Camino a la Perdición es la clara muestra de que el cine de género especializado no está reñido con la taquilla y el entretenimiento
Un mundo de hombres, sombras y un trasfondo violento tratado desde una óptica minimalista, que junto a los casi oscarizados acordes de Thomas Newman, la hacen merecedora de ser destacado como la joya del cine de esta semana y de muchas más.

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